Realmente esta receta merece un lugar especial. Tan sencilla y tan extraordinaria. La elaboración si tenemos la almendra entera, es un poco más extensa, pero en nuestro caso, nos lo vamos a saltar y partiremos de las almendras sin cáscara, únicamente a falta de quitarles la piel. Estas almendras están bueniiiiisimas. El problema que tienen es que no vais a poder parar de comer.
Empezamos.
INGREDIENTES
- 100 g almendra cruda con piel
- 2 cucharadas de aceite de oliva
- sal
Ponemos un cazo con agua a hervir. Cuando esto ocurra echaremos las almendras. Retiramos el cazo del fuego y dejamos las almendras dentro un minuto. Las sacamos y con cuidado de no quemarnos (yo con las primeras me pongo guantes) vamos quitando la piel.
Ponemos el aceite en una sartén a fuego medio y cuando esté caliente añadimos las almendras y con una cuchara de madera vamos dorando poco a poco las almendras. En este paso hay que tener un poco de paciencia y cuidado de que no se quemen. Cuando estén doraditas, echamos sal por encima y listas. Hay que esperar para que pierdan el calor y así disfrutarlas en su punto. Guárdalas en un bote de cristal.